Una blanca cortina
Vertiginosa desciende
Entre los delicados
Pliegues de la montaña;
Y cubre con vesánicos
encajes algodonados
El verde paisaje campesino;
Yace entre éxtasis la mente
Convulsionando al clímax
La magnificencia del suceso;
Derrame glorioso de Eolo
En celaje de copular divino,
Matiz de onírico despertar
A la gloria de un planeta vivo
Que en su bondad nos muestra
La grandeza de su esencia.
Remolineando el aire,
Entre ecos de feroz rugido,
Se aproxima el fantasma
Con su velo feneciendo
Al llegar voraz al valle;
Presagios de la tormenta
Que desde lejos emana su tronar
Y cual estampida impulsa
Apostando el viento a circular.
Se desvanece en desconsuelo
La aparición terrenal divina
Y vuelve la montaña en su verde
A brillar y ascienden las nubes
A su cielo, matizando en nacarados
Encajes los farallones del citará,
Nublando la vista de los cerros
Que se yerguen a lo lejos
Cual centinelas de mi natal Betania.