Oh, dulce madre y mujer de grandes encantos
Vuelve tú de nuevo en mí ser a suspirar
Deja que mi alma se impregne de tu risa
Y permite que el aroma de tu piel
Envuelva mis sentidos y sacie mi pensar;
Ven, dame tu ambrosía que a tus mieles
Quiero mi vida por siempre entregar.
Deja saciar mi espíritu del néctar
Del amor y entrégate por siempre
A la dulce misión de dejarme ser postrero
Ante tu corte y de tus placeres disfrutar.
Ven mujer… madre buena, ven mujer…
Y no me dejes tanto en la soledad
Que sucumben mis sentidos
Ahondando esta agonía
De perderme en la locura
Por nunca dejarte de amar.
Hoy; a un solo grito
Imploro tu consuelo
Y en gracia sempiterna
Agradezco el hogar
Que con amor brindas
Y el haz de tu manar
Sean por siempre
Los luceros que nuestra
Vida alumbraran.
Hijos, contemplen en la juventud
La lozanía de una madre
Que aun en la heredad
Su rostro perdurará;
Ámenla siempre,
Quiéranla sin importar el tiempo
Que ella aun desde la eternidad
Siempre, siempre lo hará.