Cargados de ilusiones parten los arrieros
en búsqueda de anhelados sueños;
sueños de cargas, caminos y comparsas,
sueños de amores en fondas olvidadas.
Es en los recuerdos de tiples añejos
donde se entretejen hoy esos sueños,
es hoy, en cortos tramos de caminos
donde añoramos los viejos tiempos.
Surgieron de pueblos andariegos y viajaron…
viajaron lejos a tierras de ilusiones y sueños;
sortearon escabrosos y diamantados caminos,
llevando sustento o con qué construir un pueblo.
¡Qué luchas!, las que vivieron nuestros ancestros
anduvieron con sus muladas rechinando ecos,
trazando caminos y alegres, uniendo pueblos,
batallando con su corcel… ¡a madrazos secos!
Sus vástagos fueron retoños de una prole altiva
que cultivaron montañas al unísono, en sangre;
en sangre de hachas que perduran enmohecidas
en el tiempo, recuerdo fiel de esta raza altanera.
Herederos de aventuras y deseosos en seguir
con las huellas imborrables entre pantanales;
en búsqueda de amoríos en horizontes lejanos,
serpenteando caminos y colonizando tierras.
Tierras abruptas e indomables que con el tiempo
florecieron en cafetales… donde las chapoleras
ofrecieron amor a arrieros que se doblegaron
a sus encantos, encantos de sirenas campesinas.
Fueron montes bravíos, donde el sol y la rudeza,
Colma a Antioquia en gentes de gallarda valentía;
montañas indómitas que domaron altivos señoriles,
perpetrando montañas a golpes de afiladas hachas.
Y el herir de rulas, el grito que tronó en la llanura
e impávido rugió con el viento asolando en tristezas
dóciles sarros…, palmeras… y orgullosos sietecueros,
antecesores de cañaduzales, frisoleras y maizales.
Recíos helechos varias veces marcaron su cara,
como respuesta contundente ante tanta bravía,
siendo la naturaleza indómita la que pagó su rudeza
y crearon haciendas, herencias… ¡hoy!, de gran valía
Soñaron en sus andanzas con sus vástagos estudiados
y que en el mañana supieren administrar sus talentos;
no era poca su prole y entre arrieros y labriegos, habría
administradores, escritores, monjas, curas y doctores.
Tenían todo…, de todo con que mostrar su talante;
un gran capital atesorado en el tiempo con donaire
y no faltó a quien se le hubiese atravesado un espanto
y como no temía a nada, un entierro le devolvió el aire.
Oro o libras esterlinas… entierros perseguidos
en el tiempo, que a la tenue luz de un yesquero
iluminó caminos que colmaron de ilusión y rezos,
la mágica mente y ambición del temerario arriero.
***
Rumbo a Caldas, Risaralda, Quindío, Valle o Tolima
partieron con entereza, colonizando nuevas tierras;
otros conquistaron mercados de lugares más lejanos
y a países como Perú, Ecuador y Bolivia viajaron.
Llevaron cargas por sinuosos caminos escarpados
y cristales diamantinos rodaron por sus frentes
Luchando con vehemencia para no perderle
y arriesgando la vida, sin importar la muerte.
Ante la preciada carga que se les encomendara
empeñaba la palabra y siempre llegó a su destino,
obraba con confianza, fue esa, su mayor ventura
y nunca le importó lo abrupto del camino incierto
Posee la suerte, la altivez y el talante de aventurero,
libre de ataduras es el oficio y el alma del arriero;
se es libre en la montaña, se es libre en la llanura,
se es libre en el pantano y se es libre en el camino.
Un duro tramo espera, la turega está en problemas
sortearan antes de llegar barrizales y tragadales;
sangreros adelante acotejan primero el problema
y esperan habilitarle antes de la llegada del ocaso.
La recua pronto se aproxima y el tiempo apremia
pronto la noche llega, es menester hacer la tolda
el caporal satisfecho está, la última jornada espera
y la encomienda llegará a su destino sin problemas.
Se requintan las cargas en el camino, un sobernal
a punto de caer retrasa la llegada de la mulada,
es correo urgente que de la ciudad han mandado
son muchos los recados que el arriero ha llevado.
Entre humareda de tabacos avanza airoso el abuelo
midiendo al paso de la mulada la distancia al pueblo,
dos o tres tabacos y medio a un pucho de ensueños;
unos vergajos y la paciente mujer en varios desvelos.
Todos esperan entre ansiedades la llegada del arriero;
Enturegada lleva la mulada el campanario del pueblo;
ilusión para tierra colonizada en la cima de la montaña,
atada a lía y sobrecarga, en lomos, con vida de ensueño.
Un perro andariego ladra desde la cima y olfatea presuroso
la mano que pequeño le dio de comer, ¡inseparable amigo!,
le azuza el amo y adelanta el paso avisando la proximidad
de la mulada, tras largas jornadas por el abrupto camino.
***
Una pipa enciende el abuelo y sus ojos tiemblan en lágrimas
recordando con orgullo aquellas hazañas que en antaño vivió
en cada pavesa del pucho un recuerdo de emociones renace
y con voz entre cortada trova o canta a ese pasado de amor.
…Y es la trova canto terrenal a la musa de la vereda,
que mitiga la sed o el hambre y ofrece el qué bogar
en cualquier oasis que oteó a lejos apurando el paso,
hasta llegar a esa casa campesina o fonda caminera.
Trovas al amor, a la jornada, a las vivencias
y a la compañera fiel que aunque muda y ruda
se entrega al arriero en abnegación y sumisión
haciendo caso omiso a la jerga por ser tan mula.
Coplas, canto picaresco en las fondas a la mujer
quien blande inocentes miradas de admiración
premio a tan dura y prolongada jornada sin amor
pre a una noche de conquista, lujuria y pasión.
***
Innumerables historias tejen su indumentaria
y son un tesoro, tesoro que crispó su vestidura
otorgando denuedo, sentido calor a la existencia,
armas limpias y orgullo de la palabra del arriero.
Para provocar las miradas coquetas de sus musas
impecable atavío cubrió la figura del altivo arriero,
y en medio de las adversidades del feúco camino
entró impoluto a los brazos del más humilde pueblo.
Es la vestimenta, orgullo y canto a la pulcritud del alma;
donde las huellas de barrizales en el camino se olvidan,
y en la entrada triunfal al pueblo en ovación de amoroso
titileo, coquetas doncellas se rindieron a fatigados pies.
Ángeles y paladines, emblemas de rectitud y pulcritud
guardas estandartes majestuosos de poderío y señorío;
son del arriero unos su vestir, otros armas del buen vivir
y otros su corte, esencia vivífica fiel de tan magno existir.
Una corona de paja hilada con tersura por manos diestras
tejida en hirsutos caminos, confín de la enramada montaña.
Un pañuelo raboegallo con orgullo al cuello el arriero ata
y como hombre gallardo le usa como su especial corbata.
Un poncho o mulera sobre el hombro el arriero alza
y como emblema de casta le acompaña por dónde anda.
En el oficio más humilde está la paruma o tapapinche
Guarda en la labor y escudo protector de su pudor.
El zurriago o perrero es mando y apoyo, todo un bastón
cuán sonoro puede ser el trueno, que chispas da el látigo
y solo al crispeante ir y venir en el ronroneo del viento
una mula o un buey se azuzan y presto aligera el paso.
Es la cotiza el calzado después de asumir duras penurias
en el camino la más práctica en las calles de un pueblo.
Es el carriel bodega de desvares, herramientas y azares
testigo guarda de grandes tesoros y engreídos amores.
Un fiel y andariego perro deja la casa por salir tras el amo,
igual que el sangrero aprende el oficio y son más manos.
Y la mula, nace como mula y con una nodriza muestra
la verraquera en el camino y en los avatares de su sino.
***
Sombrero aguadeño eres ángel protector alado,
das e inspiras altivez y soberbia y a tu sombra
me cubro de la inclemente agua o del bravío sol,
prenda de sin fin y recia batalla en el duro trajinar.
Es la iraca palma de bondades tejida con amor;
manos de diosas entrecruzan tus blancas fibras;
y con prestancia hacen del arriero el gran señor
que madruga a la vereda como todo un peón.
Eres de Aguadas su orgullo y símbolo heraldo;
y desde antaño su industria floreció en manos
diestras de abuelas a cuyas hijas les enseño
como se hace un sombrero para todo un Don.
De Origen Noble es el valiente arriero y el cargo
que Dios le encomendó, dotar a toda una comarca
coronado con sombrero, ”aureola de blanca Corte”;
amo del camino, de mil jornadas y de la mulada.
Es la frescura en el camino y como nieve a lo lejos
te ves brillar, recias manos doblegan con tersura
su horma cuando a las chapoleras una venia les dará
y con donaire el coqueto arriero nuevamente calzará.
¡Qué triste se ve un paisa sin su altivo sombrero!
es la nostalgia de la raza que nos deja el abuelo
siempre le tuvo encima sin pena ni remordimiento,
quiso llevarlo a la tumba con su mano al pecho.
Hoy permaneces colgado enmohecido en el tiempo
esperando al hijo o al nieto que retome las andanzas
del querido abuelo y con orgullo le lleve a la cabeza
recordando a nuestros trajinados y olvidados arrieros.
***
En alegre color tropical bate la cola al viento con ímpetu
como vistosa corbata, el glamuroso pañuelo raboegallo;
adorna y protege el cuello, es símbolo de gallarda valentía,
ángel cubierto, rojo sangre, pende cual cola de papagayo.
En ti se prende el optimismo y alegría de nuestra raza,
lo vivaz y jovial de la gente entre carnavales y fiestas
llega el arriero a la fonda con rumores de comparsas,
cumbias, pasillos, bambucos, torbellinos y gresca.
Cual buen jugador en un gallo deja su suerte al azar
y entre riñas y riñas en el redondel de la gallera
la vestimenta roja como su raboegallo en sangre está;
uno de tantos placeres que cautivó a algunos abuelos.
Fulminantes destellos diamantinos lanzan los espolones
buscando un corazón que late al unísono con el del amo,
quién en medio del alborozo escucha del careador
¡careo señores! ¡careo señores!... y… ¡no va más!...
Prestancia en su indumentaria denota el raboegallo
y pletórico en alegría ante los menesteres del camino
se abandona a su hidalguía al disfrute ante su amada,
de verbena veredal pululando en candorosos ánimos.
Una nueva joya engalana en atiborrado nudo al cuello
un anillo de oro, fruto de conquista y de una inspiración
prenda de su amada que le tiene cantando coplas al amor
y soñando en haciendas y en un hogar pleno de ilusión.
***
De lo más entraño de nuestra raza el poncho o mulera,
asoma su casta, prenda única amada de usos sin fin,
todos los oficios cumples, incluso la castidad perdida
de la doncella que se robó el arriero y la hizo para sí.
De la mula es ceguera, para que muda no sintiera
el peso de la carga que ondeara el servil mortal,
y evita una coz en las entrañas del pateador animal
y si por decidía no lo hiciera madrazos van a sobrar.
Fue ruana, abrigo, pañuelo, toalla y mil cosas más,
tejida con hilos de blando oro que el alba vio secar,
sórdidos pañales ancestrales con los que se calló
el fuerte lloriqueo del naciente vástago arrieril.
Es la prenda nata en el corazón señoril del arriero
es canto de amoríos, es de la estirpe la bandera
y en lo alto de los cerros como despedida ondea
diciéndole adiós o hasta pronto… a toda la ralea.
Cuántas veces de colchón en el descanso has servido
y añoro en las tardes en tu tienda la pereza redimir,
Lograr dormitando plácido y largo… largo… rato
Soñando en las historias de tan ferviente existir.
Y es al calor de tan delicado y suave regazo
donde los abuelos entregaban el alma a Dios
Y en recua fúnebre cual corte celestial, alada
con ponchos y muleras el abuelo descansó.
***
Ángel del trabajo, lona impía del duro trajinar
fue del arriero nato, de los arrieros que en antaño
cubrieron todos los caminos a callazo limpio,
protector en la soledad, de su candor y pudor.
Y con cosido roto al pantalón, asómesele el pinche
y sea la paruma la única y bendita protección;
el tiempo apremia y es menester en los caminos
andando y miando, ¡no parar!, repicando y dando.
Tapa pinche, primer bautizo de abuelas remendonas
quienes entre chisme y chanza tejieron en el amor
dibujando corazones en las pertinencias del abuelo,
reliquias que se alzan en la memoria de un pueblo.
De pesadas y peligrosas cargas protege en el envión,
del acomodar pesadas rastras es escudo protector,
en el herrar no se puede suplir y no se puede dejar
nada, nada en el arriero es en vano, todo es pasión.
***
Como los buenos amigos zumba en el aire el perrero,
capaz de hablar en manos diestras se puede hacer,
es el zurriago látigo de bondades capaz de hacer andar
a mas mula, terca, e hijueputa de todas las mulares.
Zúmbalo gritaba el caporal para hacer mover al arriero,
y con presteza agitaba en infernal trueno su perrero,
corre para no perder la mulada, presuroso el sangrero,
se azuza la mula soltando pedos y dejando el mierdero.
***
¡Eh Ave María, pues…!
que alpargata más fina, solo si bien y fino camina
con presteza y prestancia puede calzar al arriero;
la más compleja de las tejidas cotizas o la simple,
hecha en el camino para no entrar descalzo al pueblo.
Es la sencillez de la cotiza con la que cotiza el arriero,
ella es su calzado y con ella va elegante a todos lados,
es la modestia, es la comodidad, sus alas para volar,
para volver al camino y feliz regresar a la libertad.
***
En grato nido de amores, donde el alma feliz recrea;
sobre una montaña de granito, laboriosos artesanos,
forjan con empeño el corazón de la raza montañera,
¡guarnición de cuero!, bordada en hilos de mil colores.
Es blasón heráldico de sin numerosos bolsillos,
todos los secretos están guardados en tu piel,
es emblema del arriero, elegancia y honradez,
es corazón, porque no sabe vivir sin un carriel.
Cuántos bolsillos con un sinnúmero de utensilios
fieles amigos en la vida del arriero; pipa, tabacos,
clavos de errar, barbera y hasta juegos de azar
todo cuanto quepa y le sirva en el arduo trabajo.
Como resplandece el alma con un guarniel terciado
y al solo roce de la piel, se siente el fruir de los abuelos,
quienes imploran con insistencia desde la inmortalidad,
sin pena y con gloria, portar al guarda de sus secretos.
Sobre los fuelles aún habitan agradables recuerdos,
recuerdos de colonización, de grandes conquistas,
de amores furtivos y duraderos y al mirar del espejillo
en las sombras reluce la mirada picarilla de un abuelo.
Al extender de la mano, en el acto de terciar un carriel;
cruzando la correa sobre el hombro; un padre, un abuelo;
nos abraza con fervor y una lágrima recorre sus mejillas,
viendo el existir no tan vano y que persista la tradición…
***
Mula querida, mula adorada, de ojitos traicioneros;
mula pedionda jijueputa, debí nombrarte primero,
es el arriero a la mula, como la mula al arriero…
se tratan con cariño, pero al primer descuido. ¡Zas!.
De historias pulula la historia del par de amigos,
pero inseparables como el bien y el mal, están;
la mula con terquedad de piedra bruta y yerta,
obedece sumisa al amo, sin hacer ningún reclamo.
Solo a descuidos ligeros la sapiencia de mula,
le insta a cometer su astuta y vil fechoría;
saca la pata y una buena coz de mil demonios
recibe el desdichado y descuidado arriero.
Y un doble mula hijuep… resuena en la montaña,
y un castigo de mil demonios recibe como premio
el reque impío… un zurriagazo zumba en el aire
parando en las nalgas y patas del impío animal.
Y otro reverendo madrazo… y otro sagaz latigazo…
y una seguidilla de viles insultos recibe el corcel
quien a su manera lo soporta esperando iniciar la larga
jornada entre pedregales canalones, cimas y cuestas.
Y es la incansable mula con su resistencia y vigor
la que le dio a los paisas la entereza y el valor
de enfrentar la tarea que le encomendaran sin temor
y juntos arriero y mula se fusionaron con tesón.
Mas… el lento pero fiel buey de grandes astas,
fue artífice y pionero; y… sobre su amplio lomo,
llevó campanas y pianos… y aró, en lento paso
el progreso y la visión de toda una gran comarca.
Hoy el buey queda en vagos recuerdos arrieriles
y monumentos colosales hablan de sus hazañas;
como pioneros de esta empresa “Colonización Paisa”
y algunos en lejanas montañas, aún hacen patria.
***
Un nuevo caballo levanta vuelo del valle a la montaña
atraviesa raudo tiqui tiqui taque sobre hilos de acero;
atraviesa caminos dejando en su rezongo una humareda
que serpentea en los bosques, en túneles y en puentes.
Los caminos se acortan y el caporal es un tal Cisneros,
los arrieros valientes maquinistas que galopan al timón
y zigzaguean estrepitosos entre valles y hondonadas;
hacen del oficio, ¡aventura ligera!, ¡aventura pasajera!
Adiós caminos arrieriles, adiós canalones y tragadales;
las cargas cambian y la nostalgia… hoy, es progreso;
el quehacer del humilde sangrero, lo hace el carbonero;
el alimento es piedra negra, que se transforma en fuego.
Ya el jadeo, el rebuzne y el relinche es por menos tiempo;
…Y una chimenea deja a su paso, una estela de recuerdos;
no la de los abuelos con su pipa y una tragadera de saliva
por una cuesta arriba con gaznates terriblemente secos.
El rechinar de cascos, no vibra tanto en la montaña
y los inmensos tragadales son menesteres del pasado;
aunque aún subsisten parajes en empinadas cuestas
donde camión, campero o mulas de acero no entran.
Y solo un puñado de valientes en algunas comarcas,
continúa el agotador oficio de los legendarios arrieros
y como su abuelo tienen el honor de trasegar caminos
llevando productos del finquero, del terruño al pueblo.
***
Cuánto amor y pasión en la vida del arriero,
amores furtivos y duraderos, indumentarias
curtidas por el duro ajetreo en el tiempo y…
una compañera amada pero brusca y mañosa.
Los arrieros jamás supieron de la innoble pereza,
trabajó en hirmado enjambre de caminos con rigor
y dejó un legado de abnegado valor en su trasegar;
y en nuestra Antioquia huella en barrizales con honor.
Algunos en fondas olvidadas formaron hogares,
y sedentarios ya, crearon un hogar de ilusiones
y con sus recuas formaron un hirmado enjambre
y de su hacienda al pueblo tejieron un enclave.
Otros cansados de batallar por escuetos caminos,
pararon el rodar y enamorados de su tierno hogar,
retornaron plenos de febriles, vehementes ilusiones
a formar empresas, hoy gran patrimonio de arrieros.
Pioneros de la pujanza de un pueblo aventurero
creó empresas con agradable olor a sudor sufrido
laurel reflejo fiel de la altivez de esta raza paisa
que ondea flamante su bandera por el mundo.
Fueron mis abuelos grandes hombres
y Antioquia su patria cuna de ilusión;
tendré por siempre corazón de arriero
desandando su historia y enseñando su labor.
A nuestros hijos démosle un gran abrazo
y entreguemos en su regazo la ilusión,
la ilusión de vivir como nuestros arrieros
que todo lo hacían con vehemencia y amor.
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